Durante la colonia, y hasta la llegada del ferrocarril, Monte Castro fue una posta de descanso importante después de salir de “la ciudad”, y esa característica lo transformó en escenario de hechos históricos. Lugar de reclutamiento de tropas y de descanso de Virreyes, desde estas tierras partió hace más de 200 años José de San Martin para hacerse cargo del ejército libertador.
En los siglos XVIII y XIX existió una propiedad de importancia a las afueras de la ciudad, conocida como Monte de Castro o Chacra de Castro, y que fue una posta
famosa.
La chacra era conocida como “de Castro” porque en 1703 había sido comprada por el
capitán Pedro Fernández de Castro y Velazco cerca de lo que hoy es la esquina de
Bermúdez y Álvarez Jonte, donde luego se construyó una casa, una capilla, un granero y una pulpería.
Aunque la residencia principal estaba ubicada en lo que hoy es el barrio de Villa Luro, la propiedad comprendía varios barrios porteños. Como Castro y Velazco murió tan solo unos meses después de haberla comprado, el terreno pasó a manos de su hija Ana Fernández de Castro y tiempo después la adquirió Juan Pedro de Córdova.
Un Virrey que huye y un mito que se propaga
Tal como plantea la Lic Leticia Maronese, fundadora de la Junta de Estudios Históricos de Monte Castro, en esta zona descansó la comitiva del Virrey Sobremonte, en su huida hacia Córdoba durante las invasiones inglesas. “La presencia del Virrey en la chacra motivó que algunas fuentes históricas hablaran de una casa de veraneo del funcionario en la zona. Ya en el Siglo XX, la mitología popular derivó en que se llamara Villa Real el barrio que hoy ostenta ese nombre”.
Monte Castro también fue el escenario donde las tropas se comienzan a reorganizar para dejar de ser milicias y transformarse en un ejército formal. Así, con algunas compañías de “patricios”, “arribeños”, “castas”, veteranos del “Fijo” y blandengues y artilleros de la “Unión”, empezó a prepararse en Monte de Castro el ejército nacional.
La oficialidad se formó con voluntarios entre los que habían sido oficiales de estas milicias. El grueso de las tropas se conformó con lo que en la época se conocía como “vagos” –es decir, peones de las estancias o habitantes de la ciudad que no eran propietarios- reclutados por jefes de milicias o alcaldes de barrios, y por esclavos donados por sus dueños, que así evitaban ir ellos a la guerra.
Imagen. Placa colocada en la Escuela “Monte Castro”( Av. Álvarez Jonte 4651)
En cuanto a las armas, además de las existentes, se resolvió la expropiación de toda clase de ellas en poder de la población, dado que esta en principio mostraba renuencia a entregarlas.
Así se llega al 7 de junio de 1810, día en que la Primera Junta pasó revista a las tropas estacionadas en Monte Castro. Una placa, colocada en la Escuela “Monte Castro”( Av. Álvarez Jonte 4651) recuerda al Ejército del Norte con la siguiente leyenda: “El 9 de julio de 1810 partió de Monte Castro el primer ejército libertador argentino, que combatiendo diez años por la independencia, preparó con estupenda abnegación la hora final de Ayacucho”
Imagen. «Revista en Monte Castro» acuarela de Francisco Fortuny. Museo Histórico Nacional.
El Libertador en Monte Castro
Se dice también (en «El Monitor de la Educación Común» Nro. 759. Cap. Resañas Históricas de las Escuelas de la Capital) que en Monte Castro, los miembros del Congreso del Año XIII despidieron allí a San Martín, cuando se hace cargo del Ejército luego de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma «y que en esos predios los libertos del 7mo Regimiento de Infantería que acompañaban a San Martín bailaron, como despedida, al compás de las charangas»
Ese ejército se instalaría en Mendoza por dos años para luego realizar una de las epopeyas más gloriosas del proceso revolucionario que comnezó en 1810 y concluyó en 1824: el cruce de los Andes y la liberación de Chile.
Escribe: Alejandro Volkind
Fuentes: www.barriomontecastro.com.ar y Monte Castro: aquella posta obligada