Clubes de barrio: rincones de una vida plena, que se niegan a la privatización

Clubes de barrio: rincones de una vida plena, que se niegan a la privatización

octubre 5, 2024

 

En medio del revitalizado discurso que refresca a las sociedades anónimas deportivas, los clubes de barrio resisten con la vida social que siempre pregonaron. El Social y Deportivo Mitre y la Asociación Vecinal de Fomento Los Amigos de Villa Luro, focos vitales en Floresta y Villa Luro, responden a las privatizaciones pretendidas por el poder con cada vez más ruido en sus instalaciones.

 

 

Escribe: Leandro Manganelli

 

 

Daniel Prado niega con la cabeza. “En una época se acercó una empresa que quería privatizar el fútbol y nos sorprendió”, dice. Y deja clara la postura de la Asociación Vecinal de Fomento Los Amigos de Villa Luro, de la que es vocal, respecto a las sociedades anónimas deportivas: “No pensamos así”. Roberto Milazzo, vicepresidente de la institución, también se expresa con un gesto: golpea la mesa con la mano cerrada, movimiento universal que representa al verbo pagar. “Mantener esto es muy difícil: tenemos que estar con presentación de planos y cada vez que hacemos algo es tac, tac, tac”.

 

 

Los clubes de barrio, gran cuna de la recreación, son uno de los mejores ejemplos de recintos que se deben a sus socios. La Federación de Entidades Sociales y Clubes de Barrio Unidos (F.E.S.C.B.U) nuclea alrededor de 60 instituciones repartidas en las 15 comunas de la Ciudad de Buenos Aires.

 

“Era seguir el sueño loco o abandonar todo –dice Pablo Gerez, presidente de la F.E.S.C.B.U-. A los clubes les damos, por ahí, mucho más de lo que alguna vez soñaron tener: la información, la unión, que conozcan la problemática en general y que tengan una voz constante dentro del Consejo (Asesor del Deporte de la Ciudad de Buenos Aires, que Gerez integra)”. La sede de la Federación es en el Club Villa Sahores, del barrio de Villa del Parque, pero incluye en sus filas a instituciones de la comuna 10 como el Club Social y Deportivo Mitre.

 

 

Imagen.  Entrada del Club CSD Mitre, ubicado en Segurola 1332. Tenemos un Messi, un Di María: salieron de un club de barrio. Por ahí esos pibes eran pobres y no tenían para comer. ¿Quién los iba a contener? El club de barrio; nadie está entendiendo esa parte”, explica su presidenta Stella Maris

 

 

 

Stella Maris abre las ventanas para que un inmejorable sol haga más pasable la mañana de un lunes. “No le doy bola a las redes; yo miro a la gente a la cara”, lanza. Es la presidenta de Mitre. Apacible, también forma parte de la comisión directiva de la F.E.S.C.B.U. Cuando habla de Pablo Gerez, le dice “pablito”; así como Roberto Milazzo habla de “Stellita” cuando se refiere a ella. “Tenemos un Messi, un Di María: salieron de un club de barrio. Por ahí esos pibes eran pobres y no tenían para comer. ¿Quién los iba a contener?, el club de barrio; nadie está entendiendo esa parte. Nadie entiende que al pibe pobre le diste una salida”, explica, indignada, Stella Maris, quien está hace 25 años al frente de Mitre.

 

 

En la fachada del club rojinegro, que embellece a la Avenida Segurola a metros de su intersección con Alejandro Magariños Cervantes, lucen una placa de la Legislatura de la Ciudad por el centenario de Mitre en 2020 y un relieve de chapa de Diego Armando Maradona. Carteles que promocionan disciplinas de combate llaman la atención: taekwondo, boxeo, kick boxing, cross training y jiu jitsu. “Brasilian le digo yo, no me sale nunca el nombre (risas). Me lo pidieron y me adapté; yo los escucho”, se sincera Maris por la inclusión del jiu jitsu en el club.

 

 

 

Imagen. Amigos de Villa Luro, ubicado en Ramón Falcón 5176, tiene alrededor de mil socios. “El club se tiene que mantener con la cuota social. Nada más. Esto es totalmente amateur. Es sin fines de lucro; es más, siempre ponemos plata”, aseguran sus dirigentes.

 

 

 

La calle Ramón Falcón entre el 5200 y el 5100 está abarrotada de autos; muchos en doble fila, con las balizas puestas, mientras esperan en la entrada de Amigos de Villa Luro. “El barrio de las calles románticas de Bs. As.”, expresa un mural que decora el frente del Polideportivo Roberto Sio -presidente histórico del club-. Y quizá ese sea un obstáculo a sortear cuando se habla de cuestiones sociales: romantizar. Romantizar que sea difícil pagar la luz y el gas; romantizar la pandemia de Covid-19 como un proceso de superación; romantizar el rol y el impacto de los clubes de barrio en sus miles de adeptos.

 

“Hoy la persona que paga la cuota por su pibe está exigiendo, no colaborando. Por eso se dejaron de disfrutar algunas cosas”, dice Eduardo Bohe, vocal de la institución que cumplió 100 años en junio de 2024. Lo confirma Milazzo: “Antes íbamos a comer y hoy no tenemos ni tiempo de ir a comer. Hoy es una empresa, pero lo manejamos nosotros”. Y Daniel Prado habla de Amigos de Villa Luro como “un trabajo de la gente, del barrio. Esto no fue un negocio, siempre fue producto de un trabajo”.

 

Miles de niños y niñas aprenden y gastan sus energías todas las tardes en los aproximadamente mil clubes de la Ciudad de Buenos Aires (“820 con papeles y más de 140 sin papeles”, según Gerez). Pero en Amigos de Villa Luro “miles” no es una forma de decir: alrededor de 1000 socios le dan vida e institucionalidad a aquella Asociación Vecinal de Fomento. “El club se tiene que mantener con la cuota social. Nada más”, afirma Bohe. Milazzo refuerza el modelo de la institución: “Acá pagan todos. Esto es totalmente amateur. Nosotros pagamos la cuota, es sin fines de lucro; es más, siempre ponemos plata”.

 

 

 

Imagen. Roberto Milazzo (a la derecha) junto a Eduardo Bohe (a la izquierda) en el auditorio de Amigos de Villa Luro. «Nuestra doctrina es que el club es de los socios. Dinero que tenemos, dinero que invertimos en el club para ellos», asegura Milazzo.

 

Como una representación del vértigo que significa llevar adelante a un club, Stella Maris llega a Mitre a las corridas. Trae las llaves en su mano. Dice que “es muy difícil ser dirigente”: “Si falta la chica que limpia no tengo quien la reemplace. Yo soy presidenta-obrera”.

 

Desde la sala en la que todos los jueves hay reunión de comisión directiva en Amigos de Villa Luro, Milazzo recuerda: “Stellita siempre decía lo mismo: ‘mantengámonos unidos los clubes cercanos; siempre tenemos que darnos una mano’”. Y la algarabía solloza cuando la presidenta de Mitre, seria y con pausas dramáticas en sus relatos, avisa: “Los clubes de barrio están en problemas”. Entonces, en Amigos de Villa Luro un manto de ideales cubren a la institución.

 

 

– ¿Cómo les afecta el discurso de las sociedades anónimas?

– Nuestra doctrina es que el club es de los socios. Dinero que tenemos, dinero que invertimos en el club para ellos -deja en claro Roberto Milazzo.

– Los clubes de barrio están un poco lejos de eso -traza la frontera Eduardo Bohe.

– Esta es una institución muy familiar -cierra el concepto Daniel Prado.

 

 

 

 

 

“Estos lugares son pura y exclusivamente de la sociedad –marca Pablo Gerez-. No tiene que haber una forma comercial dentro de las instituciones deportivas barriales”.

Una nena que usa los pasillos del club como una pista de patinaje; otra que se acerca a hablarle a su amiga; chicos que llegan con el delantal o el uniforme del colegio, la mochila y el carnet de socio. Padres que miran a sus hijos hacer deporte y charlan entre ellos.

 

Pibes y pibas que entrenan en una cancha descubierta de baby fútbol: pasan los conos y le pegan al arco. Un grupo de mujeres que hacen gimnasia acompañadas de una música a volúmen alto que las obliga a moverse. Eso, movimiento. En estos rincones hay movimiento; esparcimiento; ocio; aprendizaje; vida. Pablo Gerez los define como un “espacio de contención social” y, en pocas palabras, deja sin palabras a la hora de explicar qué se hace en los clubes de barrio: “Cuando vos estás mal y conocés un lugar como este al que podes venir, compartir y ser parte, y te vas a dormir cansado porque laburaste todo el día pero viniste un rato al club, te viste con tus amigos, hiciste una actividad deportiva, tomaste un café o una cerveza en el buffet y te fuiste a tu casa, hiciste una vida plena”.