“La muerte de Lucas me estremeció porque vi las similitudes con la Masacre de Floresta”

“La muerte de Lucas me estremeció porque vi las similitudes con la Masacre de Floresta”

noviembre 22, 2021

Silvia Irigaray, es la mamá de Maxi Tasca, joven de Floresta fusilado junto a sus amigos Cristian Gómez y Adrián Matassa en diciembre de 2001 por el ex suboficial de la Policía Federal Juan de Dios Velaztiqui en la estación de servicio ubicada en Gaona y Bahía Blanca.
Fundadora de la Asociación Civil Madres del Dolor, desde donde acompaña a otras familias víctimas de violencia institucional, brinda talleres en cárceles y colabora en la formación de policías desde una perspectiva de Derechos Humanos, Silvia comparte sus sensaciones respecto del asesinato de Lucas González: “Es tan grave lo que ocurrió que nos tiene que poner en alerta”.

 

 

 

Escribe: Alejandro Volkind

 

 

NNI: ¿Qué te generó el asesinato de Lucas?

S.I.: La muerte de Lucas me estremeció de tal manera porque vi las similitudes con la Masacre de Floresta: plantar un arma, ráfaga de tiros. Muy terrible. Tan es así que en un momento me pregunté: ¿vale la pena tanto esfuerzo? Esto de poder involucrarme desde 2003 en la formación policial en la provincia de Buenos Aires -voy a la escuela Vucetich, a la escuela Dantas, acá en la Ciudad en el Instituto Superior de Formación- y lo hago con mucho amor, porque la verdad nosotros no recibimos a cambio una paga. Todo lo que se hace desde la Asociación Madres del Dolor es amor, y realmente me fui a dormir muy angustiada, pensando mucho qué tenía que hacer. Y un ratito después decidí: No, no hay que aflojar nunca jamás, no bajar los brazos y seguir.  Es tan grave lo que hizo esta Policía. No tiene perdón. Los tres policías son igual de culpables, si uno disparó, los otros dos miraron. Son exactamente asesinos los tres.

 

 

 

NNI: ¿Cuál es la mejor forma de acompañar a la familia en estos momentos?

S.I: A lo largo de estos casi 20 años, recorrí un camino que me llevó del dolor al amor, y eso permite comprender mucho al que recién llega, en este caso la mamá y el papá de Lucas. Y con mucho respeto acompañar, llevar muchos papelitos en la cartera para que puedan llorar y ojo, que nosotras como Madres del Dolor, lloramos casi tanto como los que recién llegan a esto.

 

Desde un primer momento pensé en nuevos desafíos para mi vida. Cómo superarme como persona, como mamá, qué hacer con este dolor tan grande que me generó la muerte de Maxi. Gracias a Dios, conocer a otras mamás y formar en 2004 la Asociación Civil Madres del Dolor nos permitió que, desde aquel día desgarrador de la pérdida de los hijos, decidimos juntas dejar en un país mejor para que otros no tengan que pasar por este dolor. Por lo menos lo intentamos, día a día luchamos por eso. Nos parece que participar, acompañar, abrazar -que es lo mejor que hacemos-, es importante. Vamos poniendo desde nuestro corazón lo más que podemos. Ya lo tomamos como un compromiso moral porque los hijos lo merecen. Que los otros respeten la vida. Siempre vamos dejando ese mensaje. Nadie tiene el derecho de quitarle, de matar a otro. ¿Por qué quitarle la vida a otro? No es nada fácil. Cuando uno habla desde el dolor, siempre es pensando que no se repitan las injusticias, los maltratos, las muertes injustas.

 

 

 

 

NNI: Se cumplen 20 años de la masacre de Floresta. ¿Cómo va a ser el homenaje de este año?

 

S.I: El mismo 29 de diciembre, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Comuna 10 se unen en un homenaje y se va a poner una señalización que es contra la violencia institucional y va estar ubicada en Gaona y Gualeguaychú, en la Plaza del Corralón, un espacio bellísimo donde hay mucho color y donde hay un monumento en homenaje a los tres jóvenes. Esos tres jóvenes no tienen rostro y lo que siempre pienso es que es por cada joven asesinado. O sea que en uno de esos rostros vamos a poder ver también el de Lucas, y tantos chicos muertos.

Va a ser una fecha muy movilizante, después va a haber una Misa en la iglesia de La Candelaria, y después volvemos a la Plaza del Corralón, donde se va a inaugurar un Mural hecho por jóvenes.

 

 

Maxi, Adrián y Cristian, presentes en el barrio

Corrían días convulsionados en la Argentina y en la Ciudad. Miles y miles de argentinos se expresaban en las calles exigiendo terminar con las políticas de hambre y desocupación que habían reinado durante toda la década del 90. El presidente De la Rúa ya había renunciado, con más de 30 muertos en sus espaldas, y el sillón de Rivadavia parecía quemar para los políticos: nadie quería hacerse cargo. Mientras, la gente en la calle, con sus cacerolas, su bronca, su angustia, sus reclamos.

 

En ese contexto, ese 29 de diciembre de 2001 los jóvenes se encontraban comentando las imágenes que se reproducían por la televisión que mostraban la represión policial, cuando ante el comentario de uno de ellos, Velaztiqui reaccionó sacando su arma y disparando a matar.

 

Maximiliano Tasca y Cristian Gomez murieron en el lugar, Adrian Matassa falleció a las horas en el Hospital Alvarez, y Enrique Diaz fue el único que logró escapar. Según los testigos, el ex suboficial intentó armar una escena de intento de asalto, con la complicidad de las autoridades de la comisaria 43.

 

El crimen provocó la movilización inmediata de los familiares y de todo un barrio que exigió la condena de Velaztiqui, quien ya contaba con una causa por obligar a ir trotando hasta la comisaria a hinchas de Nueva Chicago en 1981 por cantar la Marcha Peronista, ganándose el apodo de “el trotador”, y de los integrantes de la comisaria 43, cuya plana mayor fue relevada a los pocos días para intentar calmar la bronca de los vecinos.

 

Finalmente, luego de gran cantidad de marchas y homenajes, en marzo de 2003 Velaztiqui fue condenado a prisión perpetua por triple homicidio agravado por alevosía aunque se rechazó el pedido de la fiscalía de investigar las responsabilidades de los policías que intervinieron en el caso e intentaron en un principio avalar la versión del ex policía.

 

En 2012, pese al repudio de familiares y organismos de Derechos Humanos, Velaztiqui obtuvo el beneficio de arresto domiciliario al cumplir 72 años.

 

Hoy la imagen de Maxi, Cristian y Adrián se convirtió en un símbolo de la lucha de los familiares y de un barrio contra la violencia institucional que año tras año, a través de festivales, pintadas y homenajes, se renueva y fortalece.