Un asesinato con olor a gatillo fácil

Un asesinato con olor a gatillo fácil

agosto 8, 2016

Joaquín Aguilar fue asesinado de un disparo en la madrugada del sábado 23 de julio mientras trabajaba cuidando coches en la esquina de Campana y Rivadavia. La bala: un 9mm con punta hueca. Sin detenidos ni sospechosos, y mientras la policía da versiones contradictorias, los familiares y amigos se organizan para exigir justicia.

El médico del Santojani fue honesto y brutal: “Tu marido, ahora, es un hombre sin cabeza”. Así encontró Gimena Palacio a su compañero y padre de sus tres hijas. Antes, la hermana la había llamado desesperada avisándole que a Joaquín le habían disparado y que fuera directo al Hospital. Al Piñero. Y allí se dirigió Jimena. Sólo que cuando la ambulancia del SAME dejó en el hospital a este joven de 26 años que trabajaba de cuida coches en Flores, los médicos le advirtieron a su familia que esa noche el único neurólogo de guardia en toda la Ciudad atendía en el Hospital Santojanni. “Quedate tranquila que parece que la bala le rozó la cabeza”, intentaron persuadirla los efectivos de la Federal. El diagnóstico, realizado a ojo,  estaba lejos de acercarse a la realidad. Ya en el Santojanni, y luego de la tomografía, los médicos le diagnosticaron a Joaquín muerte cerebral debido a que la bala que había ingresado a su cabeza era expansiva. También le aseguraron a su mujer que en ese estado, era inminente un paro cardíaco.

Joaquín murió pocas horas después, ya en pleno domingo, y a partir de entonces comenzaron las preguntas y la peregrinación por la fiscalía y la comisaría 40. Allí Jimena confirmó que su compañero había sido baleado por el ocupante de una camioneta en Rivadavia y Campana, donde Joaquín cuidaba coches desde hace más de un año. También se enteró que el asesino, tras haber disparado en al menos 4 oportunidades, se escapó junto al resto de los ocupantes del vehículo y que “podría haber sido un ajuste de cuentas”. Sin embargo,  la autopsia que le realizaron a Joaquín aportó un elemento a destacar: la bala que había hecho estallar su cerebro era una 9mm punta hueca. Calibre característico de la Policía Federal.

A partir de entonces no hubo más novedades en la causa.

Y llegó el corte de Rivadavia y Campana, donde decenas de amigos y familiares exigieron justicia. Y ahí llegaron, al menos, algunas respuestas. “Ahora, después de la marcha, vinieron de la comisaria 40 a comentarme que empezaron a aparecer cámaras y una camioneta que es la que supuestamente le disparó y que ahora la están siguiendo. ¿Tenían que esperar una marcha para empezar a trabajar?”,  comenta Jimena con indignación. “Esa zona está llena de cámaras así que el asesinato de Joaquín tiene que estar filmado. A su vez, ese día había mucha gente en esa esquina con lo cual deberían aparecer testigos. ¿Nadie vio nada? Encima en la esquina de Yerbal y Campana había un patrullero. ¿No puede reconocer el ruido de un arma? Cuando va a buscar al patrullero no tira ningún radio para ver si podían encontrar a la camioneta”, agrega.

La camioneta que se busca es una Sandero Stepway. Ese es el último vehículo que pasa, y a gran velocidad, antes que aparezca el patrullero. La patente no se logra ver pero la policía asegura que sigue circulando. “Esa camioneta no se la tragó la tierra, la tienen que seguir. Con todas las cámaras que hay, cómo no la van a encontrar” asegura Jimena. Su abogado también pidió un rastreo de las llamadas telefónicas que se realizaron esa noche en la zona ya que es probable que el asesino haya usado el teléfono luego de dispararle a Joaquín. A eso, se suma un testigo, de identidad reservada, que planteó que los ocupantes de la camioneta se fueron riendo.

“Hasta el momento tenemos solo eso” comenta Jimena. Eso, y versiones sospechosas de la propia policía. “Después de la marcha del sábado nos dijeron que no fue una 9mm sino un calibre 32. Pero el 32 no escupe vainas y en la calle había 8 vainas, encima a Joaquín le explotó el cerebro, y esa bala no te genera eso” asegura Jimena, quien promete que, si para este viernes no hay novedades, volverán a cortar la calle.

Para ella, la situación es doblemente dolorosa  ya que además de exigir justicia por su compañero tiene que ir contra prejuicios profundamente instalados. “La verdad que nadie nos quiere escuchar. Y se quedan con eso de “era un trapito, dejalo”. No, ese trapito era padre de familia, era hijo, y no merecía ser matado como un perro”.