La escuela Jorge Donn se niega a bailar entre goteras y paredes de cartón

La escuela Jorge Donn se niega a bailar entre goteras y paredes de cartón

mayo 29, 2018

Pisos rotos, paredes de corlok sin la acústica adecuada y cables de electricidad al descubierto. Los problemas de la escuela de Danzas N° 2 son múltiples y las respuestas, escasas. Mientras se construye el nuevo edificio –que debía estar finalizado en 2011 pero que hasta ahora sólo tiene tres aulas terminadas- tres padres llevan adelante un amparo ante la justicia para obligar al gobierno a resolver esta crítica situación. “Si no se judicializan las cosas, no se encuentran soluciones”, asegura Sandra, una de las amparistas.

 

 

La escuela de Danzas N°2 Jorge Donn fue creada en Julio de 1974 y desde entonces estuvo signada por la trashumancia. Su primera sede quedaba en Bacacay entre Concordia y Emilio Lamarca, donde de día funcionaba una escuela primaria estatal y en el turno vespertino la escuela de danza inicialmente como Magisterio en Danza Clásica. Luego, de 1981 a 1988, funcionó en Cucha Cucha al 900 y ahí se inició el Bachillerato; y finalmente en 1988 la escuela se mudó a Villa Luro, ocupando el predio de lo que en su momento fue una importante fábrica de Ken Brown, ubicada en Magariños Cervantes 5068.

 

Desde entonces, la “Donn” creció en matrícula y en calidad educativa pero este crecimiento no fue acompañado de una inversión acorde. Si bien existió un reacondicionamiento de los pisos y de la estructura para transformar la vieja fábrica en una escuela de enseñanza media, ese trabajo nunca fue finalizado.

 

Por ese motivo, ya en 2007 empezaron a aparecer agujeros que no se repararon, y más tarde se le sumaron problemas con la membrana del techo, lo que sigue ocasionando que ante cada lluvia las aulas se transformen en un gran charco.

 

Esta situación se vio agravada en 2014 debido al trabajo realizado por la empresa Warleck, ganadora de la licitación realizada para cambiar la instalación eléctrica, quien dejó cables al descubierto, enchufes que no poseen electricidad, ventiladores que chocaban con la luminaria del techo y algunos que no funcionaban y tubos que nunca encendieron.

«Yo tenía que hacer algo…»

En ese contexto, tres de padres cansados de las promesas incumplidas del gobierno decidieron presentar un amparo en noviembre de 2014. “En ese entonces el subsuelo de la escuela estaba todo inundado, había ratas que estaban haciendo caca donde las chicas bailaban y se tiraban al piso, había muchos problemas con la electricidad y pensando qué podíamos hacer, una madre propuso ir a la Defensoría del Pueblo. Ahí arrancamos, y terminamos en un juzgado contencioso administrativo”, cuenta Sandra L., una de las amparistas.

Los abogados del amparo pertenecen a la Defensoría Nº 6 del Fuero Contencioso y Administrativo, que encabeza el Dr Javier Barraza, y el expediente, Nº1893-2015, es tramitado ante el Fuero Contencioso, Administrativo y Tributario Nº 4, cuya titular es la jueza  Liberatori.

 

La intervención de la justicia obligó al gobierno de la Ciudad a dar respuesta a las distintas necesidades edilicias de la escuela y, al menos una vez por año, se realizan inspecciones oculares donde participan, entre otros, representantes de la justicia. A la última inspección, realizada en mayo de 2017, asistió la jueza Liberatori quien señaló el pésimo estado de los matafuegos, vencidos en 2013.

 

“Todos los arreglos que se hicieron en la escuela son por el amparo”, asegura Sandra. “Por ejemplo un problema con un aula donde caía caca. Esa, específicamente, se arregló por el amparo. También cuestiones de ventiladores, de rotura de paredes, de pisos”, enumera. “El tema es que gran parte de esto se produce por el agua que entra a la escuela, y ese problema persiste porque lo arreglan mal, como en todas las escuelas. Encima la escuela de danzas es una escuela de cartón, literalmente: es una escuela de Corlok, que es una estructura holandesa. Por eso cuando entraron a robar en 2016 lo cortaron con un cuchillo”.

 

Pese a tantas dificultades, Sandra nunca pensó en bajar los brazos. “Yo tenía que hacer algo porque si no tenía que sacar de la escuela a mi hija. Porque la Jorge Donn, a nivel edilicio, es un desastre. Me acuerdo que una persona me dijo ´los bailarines tienen que bailar en cualquier lado´, y yo le respondí que esta bailarina tiene una madre”, explica Sandra, quien reivindica dar la pelea en la justicia. “Si no se judicializan las cosas, no se encuentran soluciones. Porque si no se va dilatando y nadie hace nada. La única manera de poder llegar a una respuesta es por intermedio de la justicia”.

Nuevo edificio, ¿Viejos problemas?

Al reclamo por mejorar el edificio actual, se sumó la exigencia por cumplir con el compromiso asumido por el gobierno de construir un nuevo edificio en la misma manzana. “Cuando nosotros comenzamos con el tema del amparo teníamos recopilada bastante información y nos encontramos en internet con una lista de las 36 escuelas que se iban a realizar con la plata que se había quedado el gobierno a partir de la venta de los terrenos de Catalinas en 2009, y en el 2011 figuraba la escuela como edificio terminado -recuerda Sandra-. Por eso antes de ir a la Defensoría, acompañamos a los directivos y a los docentes de la escuela a la Legislatura y les comentábamos a los legisladores que el edificio figuraba como terminado y nadie lo podía creer. Hasta figuraba el importe, que eran 22 millones de pesos”.

 

Pero los primeros ladrillos del nuevo edificio se vieron recién en 2016, y este año se terminaron las primeras tres aulas. Para el edificio completo, habrá que esperar hasta 2019. El temor, ahora, es que se vuelvan a repetir errores y descuidos en la construcción que vuelvan a dificultar la enseñanza de una disciplina como la danza, que necesita condiciones específicas. “Me llegó información de que estas tres aulas nuevas, donde iban a poder bailar las chicas de quinto año, no están en condiciones: las escaleras están rajadas, las barras no tienen la consistencia para sostener una pierna. O sea que la única esperanza que tenía yo de que mi hija pudiera terminar quinto año y utilizar las aulas está perdida” se lamenta Sandra, que sabe que, igualmente, la pelea nunca es en vano, porque “esto va a servir para el resto de las chicas que vienen”.